martes, 11 de febrero de 2014

¿QUE ES LO PRIMERO QUE TE VIENE A LA MENTE CUANDO ESCUCHAS "AUTOGOL"?

Inmediatamente nos viene a la mente la palabra fútbol o balompié como también se le llama en nuestros paises vecinos.  
Y al escribir sobre el balompié tiene –obligatoriamente–que citarse a
Este libro rinde homenaje al fútbol, música del cuerpo, fiesta de los ojos, y también denuncia las estructuras de poder de uno de los negocios más lucrativos del mundo. 
"La tecnocracia del deporte profesional" -escribe el autor- "ha ido imponiendo un fútbol de pura velocidad y mucha fuerza, que renuncia a la alegría, atrofia la fantasía y prohíbe la osadía. Por suerte todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado carasucia que se sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad". 
Escribiendo este libro, el autor ha querido hacer con las manos lo que nunca pudo hacer con las piernas. Cuando era niño, Galeano quería ser jugador de fútbol, pero sólo jugaba bien, y hasta muy bien, mientras dormía.
O recordar este poema de Ruben Luna:
Autogol.
Es la cicuta en los labios
la frustración de no poder
cambiar el pasado
es la vergüenza
de convertirle un gol
a tu arquero.
El autogol es la rabia y la pena
el último pensamiento de la hinchada
la traición al equipo
la tristeza en el alma
mientras el equipo contrario
festeja por tu culpa.
Cuando conviertes un autogol
el mundo se queda en silencio
y no te queda otra cosa
que tirarte al suelo
tomarte la cabeza
y esperar...
esperar que un rayo
te fulmine de inmediato.
Pero también de inmediato, recapacitamos y nos damos cuenta de que esto del autogol no tiene nada que ver con el concurso en el que estamos embarcados. Al menos no es un tema fotogáfico, ni artístico ni una fuente de inspiración estimulante, excepto para un fanático del fútbol, a lo sumo. Pero, ya va, un momento, tampoco lo eran o mejor dicho, mucho menos, un acelerador de partículas, o una radiografía. 
Así que vuelta a la realidad y ya montados en el burro, tenemos que asumir que hay que arrearlo y pensar bien en el camino y prestar atención a las señales que nos han venido dando, antes de que de verdad, verdad nos metamos un autogol por todo el centro de la mitad del medio, como dicen. 
Y como no queremos repetir la triste historia de aquel jugador colombiano de apellido Escobar, hace un bojote de años, enfrentado contra el equipo de los EEUU, que  Corría el minuto 35 en el Estadio Rose Bowl de Los Ángeles cuando el centrocampista estadounidense John Harkes sacó un centro desde la izquierda, buscando en el punto de penalti la carrera de su compañero Earnie Stewart, que trataba de buscarle la espalda a Andrés Escobar. El central colombiano se lanzó a ras de suelo y consiguió despejar el balón con su pie derecho, evitando así el remate de Stewart. Sin embargo, la mala suerte para Escobar quiso que el balón escupido por su pie derecho saliera impulsado contra la red de su propia portería, ante las miradas impotentes del batido guardameta Córdoba y del propio Escobar. Nunca un gol costó tan caro.
La eliminación supuso una decepción mayúscula, pero, al fin y al cabo, se trataba de simple deporte, de un juego donde se gana y se pierde, donde inspiración y azar juegan papeles primordiales y cualquier cosa puede pasar. Lo que sucedió después, en cambio, sí fue dramático. La noche del 2 de julio, sólo diez días después del fatídico partido contra Estados Unidos, Andrés Escobar salía junto a unos amigos de un bar de Medellín cuando fue increpado por unos sujetos, que le recriminaron con malas formas su autogol. Cuando Escobar intentó devolverse, uno de ellos sacó una pistola y le disparó seis tiros a bocajarro.
Muy triste esta tragedia, ojalá jamás se repita algo semejante por un encuentro deportivo.

Hoy, de vuelta acá, nuestro personaje al hilo se distrae de tal manera que no ve venir la amenaza que se cierne sobre sí mismo. ¿Querran los coordinadores del #unafotoxdíax28días lanzarnos un balón de tal tamaño como para agarrarnos inadvertidos, de espaldas y absortos mirando al sol y las estrellas, confiados y escandilados?
De nosotros, o al menos de mí actitud depende que esto no suceda.



Y haciendo un símil a lo expresado por Eduardo Galeano mencionado supra con la fotografía, ni la tecnología, ni las reglas deben asesinar la fantasía, ni atrofiar la osadía creativa. Seguiré siendo ese "descarado cara sucia". Me saldré del libreto y sólo por el puro goce, aunque parezca un disparate haré lo mío: Crearé imágenes "En la prohibida aventura de la libertad". Y con suma alegría.


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