domingo, 2 de febrero de 2014

UNA RADIONOVELA O LO CURSI VÍA BROADCASTING

Martín Valiente, El Gavilán y la radionovela donde el chinito LingSun hacía de las suyas, fué un género de mi época de chamito hasta más o menos los siete u ocho años que, como en mi casa no había llegado la televisión, obligatoriamente nos disfrutábamos al mediodía durante el almuerzo y en las tardes antes de acostarnos mientras mojábamos un trozo de pan de trigo en guarapo.
Las cuñas  de aquellos años 50s interrumpían a cada rato la trama prometiendole a las amas de casa limpieza absoluta si restregaba la ropa con Ace, o al hombre macho de la casa un prestigio social inigualable si fumaba Philps Morris o bebía Old Parr, en las voces de Renny Ottolina o de Amador Bendayán y eso era suficiente como para el disfrute hogareño de las aventuras y circunstancias con que nos sorprenían en cada nuevo episodio. Todas las radionovelas tenían una trama insoportablemente cursi, donde la chica pobre y campesina enamorada del señor rico de la casa se dejaba preñar por amor sin condiciones, luego la familia del tipo le quitaba el carajito y al fínal de los mil quinientos capítulos Don Rafael, en el Derecho de nacer, habla y echa todo el cuento de la ignominia. Los y las oyentes, sobretodo estas últimas lloraban a moco tendido y fin, este cuento se acabó.
El personaje de mi serie, hoy se eleva tras un corazón inflado de romance, por encima de las páginas que dan lugar a la radionovela y sobre una muy cursísima rosa super marchitada va en pos de su felicidad.

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